Documental

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Maifa fue liberada por la policía en 2015. (A3N) El sur de la isla de Tenerife (España) es el lugar escogido por muchos turistas veni...

Cuando el traficante de personas es una antigua y generosa compañera de colegio

Maifa fue liberada por la policía en 2015. (A3N)

El sur de la isla de Tenerife (España) es el lugar escogido por muchos turistas venidos de todas partes del mundo para pasar sus vacaciones, pero Maifa, de 25 años y originaria de Nigeria, no acabó ahí por voluntad propia y la finalidad de su viaje tenía un objetivo muy distinto: ser explotada sexualmente por los traficantes que la sacaron de su país prometiéndole una vida mejor en Europa.

La obligaron a ejercer la prostitución para pagar la deuda de 52.000 euros que supuestamente había contraído con sus tratantes por viajar hasta el archipiélago canario, a donde llegó en 2014. "No podía hacer esto que ellos querían, dedicarme a la prostitución, por eso escapé", explica. Sin lugar a dónde ir y temiendo ser encontrada por sus captores pasó días oculta en una montaña donde acabó cayendo enferma. Finalmente la policía la encontró y la llevó al hospital, donde estuvo ingresada dos meses. Su pesadilla había acabado.

Las redes de tráfico de personas pueden tener orígenes en lugares muy insospechados. Maifa cayó en la trampa cuando una antigua compañera del colegio de Nigeria, mayor que ella y que vivía en Canarias, la llamó un día para preguntarle si quería ir a Europa. La joven la creyó y desde ese momento su vida cambió. Viajó sola desde Nigeria hasta Madrid, y desde ahí a Tenerife, siendo controlada en todo momento por su antigua compañera de colegio.

"Hay gente que tiene energía para ese trabajo, pero yo no la tengo", expresa Maifa al rememorar el cautiverio al que se vio sometida, y que usa un pseudónimo para evitar ser localizada por los traficantes.

Durante su estancia en el hospital, tras escapar, la policía la visitó en varias ocasiones para investigar las raíces de la red que la había llevado hasta allí, y finalmente, en 2015, la enviaron al centro de acogida para mujeres víctimas de trata de la congregación religiosa de las Hermanas Oblatas, en Las Palmas de Gran Canaria.

Tiene buenos recuerdos de los dos años que pasó en la casa de acogida, compartiendo experiencias con otras 14 mujeres que, como ella, habían sido víctimas de traficantes de personas. "Las chicas de las Oblatas son como mi familia... No, son mi familia", precisa tras reflexionar unos segundos.

El tiempo que pasó allí le sirvió no solo para recuperarse de sus heridas, sino también para aprender un oficio. Tras realizar un curso de costura ahora mismo trabaja en una lavandería. Se siente a gusto con la vida que lleva y no piensa regresar a Nigeria.




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