Las mafias ocultan tras la puerta del "hogar" a sus negocios y víctimas, para evitar ser descubiertos por la ley. Esta es la razón por la que no se ve a determinadas mujeres (por ejemplo, las traídas desde Asia) ejerciendo la prostitución en las calles de la capital española.
Se estima que en el 95%, las trabajadoras sexuales que ejercen su labor en pisos de distintos barrios madrileños, son forzadas a ello y explotadas por proxenetas y redes criminales. El negocio se promociona normalmente mediante "flyers" colocados en los parabrisas de los coches.
La policía recalca que "detrás de esas tarjetas publicitarias, no hay tres amigas que han decidido buscarse la vida en una casa de citas, sino toda una organización criminal".
Este modelo de prostitución casera recibe el nombre de "vía asiática", aunque hoy por hoy, en nuestro país pueden encontrarse mujeres de todo tipo de nacionaliades: dominicanas, brasileñas, colombianas, paraguayas...
Al ocultar a las víctimas en los pisos, las bandas se aseguran de que la policía no pueda identificarlas tan fácilmente como si están en las calles, motivo por el que desde la Ucrif (unidad de la Policía Nacional que lleva, entre otras, la lucha contra las redes de inmigración ilegal y tráfico de seres humanos) las denominan "víctimas ocultas".
De este modo, se aseguran a una clientela que acude en busca de discreción y debido a lo "barato" de los servicios, dado que la publicidad por medio del papeleo sale también rentable (contratan, normalmente, según las fuentes policiales, a inmigrantes por "cuatro duros") y llega a más clientes potenciales.
También se ahorran, según un alto mando de la policía, todos los costes que supondría mantenerlas en un burdel: "pueden tener a cinco muchachas comiendo muy poco en un piso por apenas dos mil euros de gastos al mes; una cifra irrisoria en comparación con todo lo que les sacan".
No hay una cifra clara, pero se cree que podrían existir en torno al millar de pisos de este tipo: "Lo que no se ve no existe", lamentan desde la policía.
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